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7 ago 2013

Romperse un poco el pecho, para escribir sobre las nubes.

Escribir.
Dejo que los recuerdos me consuman, y mientras tanto las noches cada vez son más noches, más negras, y aún más con un bolígrafo y papel.
Desgasto la tinta intentando emcomtrar algo por lo que ser feliz, pero las palabras me desgastan a mi, y la tinta no borra esos recuerdos.
Piano.
Calma. Pero resulta que siempre acabo tocando melodías más tristes que las propias teclas heladas sin ser acariciadas, por nadie, nunca. Ni si quiera con el propósito de acabar con un puto domingo.
Pintura.
Los pinceles, las pinturas, su mundo, tan vacío de felicidad, que me da miedo.
Siempre he pensado que pintar es triste. Imaginas un mundo, un paosaje, algo, que sólo esta en tu cabeza, y que relativamente nunca existirá. No puedes pintar el amor. Y eso es triste.
Y aún más cuando te recuerda tanto a alguien.

Cartas.
Cartas que te hacen llorar y ser un poquito más feliz. Feliz de recordar. De sentir. Pero luego viene la nada, cuando esas cartas no dejan de ser un triste papel, dónde las lágrimas lo borran todo. Borran la tinta. Borran tu mínima cordura. Borran las esperanzas. Y todo se queda en nada.

Algo que te hace feliz se convierte en algo efímero. Difícil, y duele.

6 ago 2013

Perdernos hasta que un bolígrafo y un papel...


Tenerte encima de mí hasta que la noche amaneciese, hasta que un laberinto se perdiese entre tus manos, tus manos y mi piel.  Perderme más. Perdernos hasta que un bolígrafo y un papel no pudieran contar que es el cielo, y luego llenarlo de adjetivos absurdos, y quizás nombrar el paraíso.
Perderme hasta que el agua de la bañera se enfríe y esté tan helada que en días el café de ayer haya sido el de la semana pasada. Ese amargo café de sobre.
Perderme por días o noches, por tu espalda. Y ver cada noche la luna llena, con la persiana bajada.
Sólo escuchar la música de tus suspiros y mis ansias, mezcladas.

Tenerte encima de mí hasta que el paraíso deje de existir. Y entonces tendré que salir de esta mierda de habitación, y quizás preparar café en condiciones.

1 ago 2013

Noches de no vivir.


Vivir sin vivir. Seguir muriendo. En los días de invierno.
Donde el viento se lleva la felicidad. Tan lejos.
Trenes. Vacíos. Tan vacíos, que la soledad ha ahogado menos
mezclada con nostalgia. Mezclada con noches y libros.
Más libros. Y un vacío que apenas se sostenía. Y la luna tan llena.
Tan todo y tan nada. Hachís de madrugada. Y su piel tan escarcha.
Mezclada con café. Café frío. Su espalda. Una canción de jazz.
Unos versos de Neruda. Una historia de ficción.
Contada entre líneas. Letra pequeña. Y tanta tinta.
A veces tan borrosa.
Gotas de agua. Las de sus ojos. Las de la lluvia.
Noches de tormenta. De insomnio. Noches de no vivir.
De soñar y morir.