Dejando leves marcas, de algo llamado amor, para luego hacerlo, para dejar de ser, y convertirse en silencio.
Y sólo tus suspiros conseguirían enloquecer al invierno, y hacer volar sus hojas marrones, sin destino alguno. Tan sólo el de caer.
Como he caído yo tantas veces, en tus suspiros, y en tus helados febreros. Para luego volver a la vida en primavera, y seguir muriendo de ti también. Ver florecer tus miedos, para luego quitártelos con las mismas ganas de enredarme en ti.
Y aunque existan miles de noches bajo la lluvia, bajo esa lluvia salada, que cae gota a gota, empapando mas mejillas, que aceras y cielos grises, me quedaría toda la vida aquí, por recorrer tu cielo, y de vez en cuando desgastarlo en tinta, para luego rozar el verbo querer, y gastarlo en mañanas, con ojeras de nubes, de haber volado, y acantilados más soñados que altos, de hundirse de vez en cuando, en ti.
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17 sept 2013
12 sept 2013
Desde el este hacia el pecho.
De vez en cuando tengo que escribir, y dejarme matar un
rato.
Para que luego un pecho, o el tuyo, me devuelva a la vida.
Y seguir muriendo de ti, también.
Morir de ganas, de ansias, y de precipicios más soñados que
altos..
Desde el este hacia el pecho, enredándome en las mañanas.
Con ojeras de nubes, de haber volado. Y luego caído.
Y joder como duele caer, entre tinta, y sábanas deshechas.
Entre el frío del invierno, y luego tu agosto.
Tu risa, que recorre mapas, y corazones de vez en cuando.
Luego se marcha... Y es cuando tengo que empezar a
escribirle.
Para que vuelva, pero sólo en el papel, y así ahogarme en tus delirios,
con vodka y unos cuántos poetas mal recitados.
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